"Uno, pa' aliviar el calor"
- Andrea Gómez y Alesio Molinares
- 30 oct 2015
- 3 Min. de lectura
En una calurosa mañana barranquillera caminando por las calles del Paseo Bolívar escuché a lo lejos el grito de un hombre: ‘‘se vende raspao, se vende, se vende raspao’’ la sed y el calor me impulsaron acercarme al lugar de donde venía el constante grito para reconocer entre la multitud de personas al vendedor de raspao con su carro listo para servir a lo
s caminantes que transcurren a diario por las calles de la ciudad.
Al llegar le pedí que me prepara un raspao de limón, aunque no fue fácil decidirme entre la variedad de sabores que se pueden ver en los distintos envases de vidrio presentes en el carro. Mientras lo realizaba detall cada uno de los elementos que componen la herramienta de trabajo del vendedor: una máquina de hierro que muele un gran cubo de hielo, el tazón donde caen los trozos de hielo listo para ser utilizados, los envases de vidrios con los sabores y el estante con las combinaciones que se pueden elegir. La frase ‘‘Señor su raspao está listo’’ interrumpieron mi análisis, recibí un vaso con una montaña de hielo cubierta con esencia de limón verde y leche condensada.
Le dí el primer mordisco y la combinación dulce de la leche condensada con el ácido del limón despertó una sensación de placer en mi boca. El frío del hielo congeló mi dientes en un principio, pero rápidamente con el calor del ambiente se fue derritiendo para terminar en una especie de malteada agridulce con un sabor único.‘’Son mil pesos’’ exclamó. Le pagué y decidí preguntarle más acerca de esta delicia ideal para calmar la sed.
‘‘El raspao es un postre típico de la región caribe, no solo vendo aquí en Barranquilla, sino también en los pueblos cercanos como Soledad y Sabanalarga. En resumen, está compuesto por un vaso lleno de hielo moldeado como una montaña el cuál es cubierto con esencias de distintos sabores y acompañamientos al gusto de la persona’’ me comentó Edgardo Vitais, hombre mayor de sesenta años que se levanta todos los días a las seis de la mañana para ir en busca de los ingredientes necesarios para la elaboración de su sustento de vida. El señor Edgardo mantiene a su familia conformada por cinco personas con este negocio.
En ese momento me di cuenta de la relevancia que tiene esta actividad que en primera instancia puede parecer simple pero que para familias como la del señor Edgardo han representado las bases de sus logros y sustento. ‘‘Gracias a mi negocio y mi carrito le he pagado los estudios a mis hijos y levantar un rancho para mi esposa y hijos’’ expresó el señor Edgardo, al preguntarle qué significaba para él vender raspao.
Avanzada la mañana, la temperatura de la ciudad aumentaba y el sol en pleno Paseo Bolívar se encontraba en su mayor apogeo; por lo cual decidí pedirle al señor Edgardo otro raspao, esta vez con la combinación de los sabores menos frecuente que le habían pedido hasta ese momento. ‘‘Tamarindo con cola y uva es la combinación más rara que me han pedido a lo largo de los años que llevo vendiendo raspao’’, m
e comentó. Mientras conversábamos pude observar el proceso de preparación de este plato caribeño. Primero sacó el gran bloque de hielo para ser molido en la máquina, los trozos de hielo parecidos a copos de nieve caen en un tazón donde luego con una especie de tapa es moldeado en el vaso de plástico o cono de papel, dependiendo de la preferencia del vendedor, para finalizar con el baño de esencia según el sabor elegido, al cuál si es de su agrado puede añadirle leche condensada por solo $500 pesos más.
Me despedí del señor Edgardo, tomé mi raspao y continúe con mi caminata. Al llegar a la plaza de San Nicolás me llamó la atención el gran número de carros de raspao presentes, por lo cual decidí preguntarle a varios vendedores acerca de su labor: ‘‘Llevo ocho años vendiendo raspado en la plaza, al día puedo vender entre setenta y cien raspados lo cual me da cien mil pesos de ganancia, con este negocio he conseguido mantener a mi familia durante años’’ comentó Gabriel Mesino.
La hora del almuerzo se iba acercando y había llegado la hora de ir a la universidad, seguí con mi camino y en la Plaza de la Paz me encontré con Julio Guerrero, vendedor de raspao, quién me comentó acerca del secreto profesional de su uso para destacarse dentro de sus competidores: ‘‘La clave está en la miel y la esencia, hay que batir una y otra vez la azúcar con la mezcla de frutas que pueden ir desde corozo, piña, mango, limón, tamarindo y naranja para lograr la contextura necesaria’’. Por último le pregunté a una de las personas que se encontraban comprando este postre en el puesto del señor Julio su opinión acerca del secreto: “es uno de los mejores raspaos que puedo probar en barranquilla por la esencia y los sabores. Cada fin de semana vengo a comer uno o dos raspao”, comentó Albeiro Guerrero.
Llegada las doce del mediodía, me despedí del señor Julio y el resto de vendedores para continuar mi camino hacia la Universidad, con la satisfacción de haber probado y conocido más acerca del famoso raspao que está presente en las diferentes plazas de Barranquilla listo para satisfacer la sed de los ciudadanos que se enfrentan a las altas temperaturas de la ciudad.
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