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Una Noche de Tambó

  • José Caparroso
  • 5 oct 2015
  • 4 Min. de lectura

Se escuchan tambores a lo lejos, es la sensación de la gente en la calle, pero en

realidad, es un llamador, que suena junto a la flauta de millo y una tambora para

convocar a miles de bailadores de cumbia. Es ‘Viernes de Carnaval’, dicen algunos que

es el último día del pre-carnaval, mientras que otros, afirman con certeza que es el

primer día del Carnaval de Barranquilla. El cielo ya está oscureciendo, han pasado

varios minutos después de las seis de la tarde y la Plaza de la Paz todo está listo para la

Noche de Tambó.

En el centro de la Plaza, hay un enorme escenario, ahí reposan dos pantallas led

verticales, que alternan el espacio con luces robóticas, ambas se encienden. No hay ni

una sola silla abajo de la tarima, simplemente una estructura de hierro circular y vallas

rodeando el escenario. El sonido es potente, muestra de ello es que se logra escuchar

varias cuadras a la redonda. Los hermanos Lisandro y Camilo Polo están listos,

aseguran que hace 21 años, cuando se realizó la primera Noche de Tambó nada de

esto existía, al contrario, era una rueda de cumbia de barrio amenizada por un grupo

de millo, conformado por ellos mismos, el grupo ‘Tambó’.

“A la Noche de Tambó se viene a bailar” enfatiza Lisandro, quien así mismo, se dirige a

personas que se apoyan en las vallas que rodean la tarima, les recomienda que si

quieren apreciar las presentaciones musicales, entonces que se dirijan a algunos

metros al fondo, donde a través de una pantalla gigante y dos más de estas a los lados,

pueden ver lo que pasa en el escenario, mientras que escuchan la música en vivo y así

no obstaculizan a los bailadores.

En la parte de atrás del escenario, se ubican Lewman Gonmanti y Rochy Pérez. Él ya

está preparado con su sombrero vueltiao, mientras que ella se pone su pollera de

cuadros rojos para posteriormente prender fuego en un conjunto de velas. Cuenta

Lewman que él viene de El Banco, Magdalena de donde es oriundo el maestro José

Benito Barros, el gran homenajeado de la noche, por celebrarse 100 años de su

natalicio. En esa población del departamento vecino se realiza cada año el Festival

Nacional de La Cumbia, en donde él es parejo oficial de las aspirantes al Reinado

Nacional de La Cumbia. Por su parte Rochy añade que ella también es cumbiambera de

toda la vida, tanto así que en el más reciente Sirenato de La Cumbia en Puerto

Colombia, quedó como princesa, representando al corregimiento de Sabanilla.

Se asoma entre la multitud la imponente arquitectura de la Catedral Metropolitana

María Reina, cuyos vitrales son alumbrados. La luna resplandece ante un grito de

¡Juepa jé! que se convierte en el punto de partida para que la cadencia se apodere con

elegancia de al menos cuatro mil parejas de cumbia de todas las edades, que bailan en

sentido contrario a las manecillas del reloj, rodeando la tarima, donde niños de las

Casas Distritales de Cultura interpretan música tradicional de esta región, dando

apertura a la programación.

También hay velas encendidas, recorren la rueda de cumbia en las manos de los

bailadores. La luz está más que presente en este anochecer Caribe, en donde también

tiene espacio la décima, así que al terminar la primera presentación de la noche, se

hace notar el relevo generacional del semillero de las Casas de Cultura con quien sube

al escenario. Es el maestro soledeño Jorge Garizabalo, quien da voz a cada una de sus

décimas, que son composiciones poéticas formadas por versos.

Dios bendiga esta gente,

Que yo se que son capaz,

Por eso es que en forma audaz,

Desde aquí les canto yo,

En la Noche de Tambó,

En la Plaza de la Paz.

La muestra de que el Carnaval de Barranquilla y en sí, la Noche de Tambó, es un

encuentro de toda la cultura Caribe, es el grupo que procede. ‘Etnia’ está conformado

por 7 personas y vienen desde Montería, Córdoba. Los bailadores ya son más de diez

mil. La gaita de ‘Etnia’ inspira la Rueda de Cumbia, en la que se encuentra un grupo de

surcoreanos. También están estadounidenses, argentinos, alemanes, españoles,

venezolanos, entre muchos más extranjeros. Algunos se apropian espontáneamente

del compás de la cumbia, otros van bailando arrítmicamente, sin embargo las caras de

alegría y su emoción al hacerlo, hace pensar que están gozando el momento.

Varias horas han pasado y es el turno para el momento cumbre de la noche. Los

maestros Juan ‘Chuchita’ Fernández de Los Gaiteros de San Jacinto, Catalino Parra y

Pedro Ramayá llegan a imponerse en la tarima. Este último con su voz entrecortada

dice “Buenas noches Barranquilla”, toma aire y con su flauta de millo, comienza a

interpretar ‘La Rebuscona’ al compás del llamador, que exalta al público con pasos

cortos, rodeando coordinadamente el espacio.

Estos tres maestros en conjunto, interpretan seguidamente insignias musicales como

‘Tres golpes’ y ‘Manuelito Barrios’, sus voces se alternan con gaitas y clarinetes. De

esta forma se antecede el recibimiento a Veruska y Katiuska Barrios, hijas del maestro

José Benito Barros Palomino para el momento del respectivo homenaje, en el que los

hermanos Polo les entregan una estatuilla y placa conmemorativa de los 100 años del

natalicio de su padre. Para completar el tributo, tanto en el escenario como entre el

público se escucha ‘La Piragua’, todos cantándola a una sola voz. Otros exitosos temas

del maestro Barros también sonaron en la Noche de Tambó, que siguió haciéndole

tributo a la música ancestral colombiana hasta el amanecer del sábado de Carnaval,

con una decena de grupos y folcloristas que pusieron a bailar a propios y visitantes.

 
 
 

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